naufragio

Soneto cervantino escatológico


 Soneto cervantino escatológico


La desintegración de los pesares

que causa algún problema persistente

cuya resolución no está en tus manos

debida a una pastilla milagrosa.


Volver a respirar por la nariz

después de un resfriado extenuante

-fluir de flema al fin desembocada-

sin signos de que fuera a acabar nunca.


El empuje hidrostático de Arquímedes

que -nuevo eureka- vuelve a demostrarse

por la deposición acumulada


tras días de exclusiva deglución

-restallido en el agua del lavabo-

que había estrangulado el intestino.


La expulsión y el alivio:

como el alma del cuerpo moribundo

a vete tú a saber qué paraíso.

Oración del alérgico

 

Oración del alérgico 


Voy a intentar calmarme, aunque la tráquea 

-escorpión que se clava el venenoso

aguijón de la cola en la cabeza-

pretenda estrangularse desde dentro.


Me estoy diagnosticando -no contemplo

más vademecum que la hipocondría-

neurofibromatosis avanzada

-pelín menos deforme que John Merrick-.


Las pruebas que me hicieron de pequeño 

indiscutiblemente afirman que resulto

alérgico hasta al propio antiestamínico


y el último refugio concebible 

al poco de acogerme me provoca

estigmas al rociarme agua bendita.


El aire que respiro es mi enemigo. 

Poética

 

Poética

He encontrado mi voz en lo sencillo.
No me hace falta más: firmé el contrato
contigo, con mis libros, con mi gato;
y desde entonces canto y nunca chillo.

Mis versos no deslumbran por su brillo:
prefiero, a lo sublime, lo sensato;
papel de secundario, al estrellato;
(vale más que un soneto un estribillo).

Me enfrento a la hoja en blanco sin escudo.
No intento descepar de un grito, riego
-sólo el susurro sirve de sosiego-,

este poema que -obra de artesano-
no aspira a más que a ser tallo desnudo
de un diente de león: sopla el vilano.

Poema

Poema

Yo no quiero acabar como mi padre:
con típica altivez adolescente
algunos personajes de película
(o, en la vida real, personajillos)

proclaman, convencidos por completo
de que sin duda alguna ellos merecen
mejor suerte que su progenitor
(que, un poco -pensarán-, se la ha buscado).

Lo malo es que los años te atropellan
y a veces llega Dios y da la hostia
(y lo hace como siempre por sorpresa

o sin dejarte tiempo de encajarla
-de lo contrario no sería hostia-)
volviendo el fatuo alarde inútil súplica:

No quiero que mi padre acabe así.

La lección de Armancia

La lección de Armancia

Para que no se tome tan a pecho
los fatuos comentarios que se siguen
de la celebridad del aristócrata,
Armancia advierte a su estimado Octavio:

¿Pretende acaso hacer que un mentecato,
sólo por el honor de hablar de usted,
acierte a decir cosas ingeniosas?
-cito de la novela de Stendhal-.

Independientemente del propósito
los necios siempre dicen necedades
por más que elijan temas distinguidos.

De lo que en la sentencia nos concierne
algunos de nosotros deberíamos
sacar la pertinente conclusión:

normalmente es mejor no abrir la boca.

Soneto blanco con estrambote cervantino

Soneto blanco con estrambote cervantino

No me impides dormir, como aseguran
aquellos con problemas de conciencia
(más bien debo mi onírico vigor
a tu beso habitual de buenas noches)

y aunque cada mañana se agudice
lo mucho que me cuesta levantarme
sería igual con más horas de sueño
pues no hay despertador capaz de abrirme

la puerta al nuevo día: soy sonámbulo
hasta que en mí germina tu semilla
regada por el agua de la ducha

(si no basta con eso hallo un motivo
para salir a mi pesar de casa
en busca de quien venda tus servicios 

en las cafeterías,
porque eres el motor que mueve el mundo:
beatífica substancia psicoactiva).