Poema
Yo no quiero acabar como mi padre:
con típica altivez adolescente
algunos personajes de película
(o, en la vida real, personajillos)
proclaman, convencidos por completo
de que sin duda alguna ellos merecen
mejor suerte que su progenitor
(que, un poco -pensarán-, se la ha buscado).
Lo malo es que los años te atropellan
y a veces llega Dios y da la hostia
(y lo hace como siempre por sorpresa
o sin dejarte tiempo de encajarla
-de lo contrario no sería hostia-)
volviendo el fatuo alarde inútil súplica:
No quiero que mi padre acabe así.

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