No me impides dormir, como aseguran
aquellos con problemas de conciencia
(más bien debo mi onírico vigor
a tu beso habitual de buenas noches)
y aunque cada mañana se agudice
lo mucho que me cuesta levantarme
sería igual con más horas de sueño
pues no hay despertador capaz de abrirme
la puerta al nuevo día: soy sonámbulo
hasta que en mí germina tu semilla
regada por el agua de la ducha
(si no basta con eso hallo un motivo
para salir a mi pesar de casa
en busca de quien venda tus servicios
en las cafeterías,
porque eres el motor que mueve el mundo:
beatífica substancia psicoactiva).
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