naufragio

Desconcierto

Desconcierto

Ahora,
recordándolo,
no sé muy bien que hacía
con mi madre
en la 'Casa del libro'
en esta ciudad
donde no hay 'Casa del libro'
ni tampoco vive
mi madre.

Además
yo había salido
para buscar
libros de segunda mano.

El caso es que en la cafetería,
o tal vez biblioteca,
de la 'Casa del Libro'
un jubilado
comenzaba a soltar
obscenidades
sobre la supuesta relación
que manteníamos
mi madre y yo
y sobre lo bien que se lo pasaría
la señora
-o sea mi madre-
con alguien como yo
mucho más joven.

Y por supuesto yo,
de natural apocado,
no iba a quedarme en silencio
delante de tal sujeto
y de tal provocación
por muy anciano que fuera.

“Mire usted, gilipollas,
espero que se le caiga
la cara de vergüenza
por decir semejantes
barbaridades
so-bre-mi-ma-dre.
Sinvergüenza”.

A lo que el hombre,
rejuveneciendo
mientras hablaba,
me contestó:

“Pues si esa señora
es su madre
permítame que le diga,
caballero,
que está para darle
un revolcón”

(ahora que lo cuento
tal como fue
es cuando caigo en la cuenta
de lo incongruente
de mi satisfacción personal
-como quien sale triunfante
de un duelo a espada-
al salir, como digo,
no sé si de la cafetería
o de la biblioteca
de la 'Casa del libro'
de la ciudad donde vivo
sin decir nada más).

Al salir, como digo,
me esperaban algunos amigos
de la ciudad donde nací
-donde viven mis padres-
para oír de mi boca
la hazaña que mi madre
ya les había contado,
y para felicitar
al más valiente y noble
de todos sus colegas.

Pero yo me giré
como mandan los cánones
para ver a mi madre
que, para mi sorpresa,
-o puede que no tanta-
eras tú:
mi amor.

Y ya no pude más que comprender
al Benjamin -de pacotilla- Button
que dejé humillado de muerte
-o eso creo-
en la cafetería
o la biblioteca
de la 'Casa del libro'
de esta ciudad
donde no hay 'Casa del libro'
al verte a ti esperando a la salida,
mirándome con ése mismo gesto
-la sincera sonrisa-
con que me miras todas las mañanas
desde la puerta
de nuestra habitación -o cueva-
después de traerme el café
-antes de irte a trabajar-
y dejarme de nuevo durmiendo
con tal desconcertante resultado.


Copla



Copla

Cansada de mí, la misma
piedra de ayer y anteayer
-y la de todos los días-
se ha echado a un lado esta vez.