Oración del alérgico
Voy a intentar calmarme, aunque la tráquea
-escorpión que se clava el venenoso
aguijón de la cola en la cabeza-
pretenda estrangularse desde dentro.
Me estoy diagnosticando -no contemplo
más vademecum que la hipocondría-
neurofibromatosis avanzada
-pelín menos deforme que John Merrick-.
Las pruebas que me hicieron de pequeño
indiscutiblemente afirman que resulto
alérgico hasta al propio antiestamínico
y el último refugio concebible
al poco de acogerme me provoca
estigmas al rociarme agua bendita.
El aire que respiro es mi enemigo.

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