Da igual la edad que tengas, te la pones
solo en el comedor y se convierte
en un cine alquilado a los colegas
y vuelves a tener los diecisiete
como Violeta Parra y se oye el timbre
y es el repartidor de Telepizza
y crecen palomitas en tus manos:
mas no vence a la vida el espectáculo.
El bueno triunfa, el malo pringa, el monstruo
de Frankenstein no daña a la chiquilla;
se muere a discreción y sólo importa
que salve al conejito de peluche
que trae como regalo a su Telémaca
el héroe de expresión performativa:
Te voy a demostrar que Dios sí existe.