naufragio

Dulce condena

 

Dulce condena

Condenado a vagar sin rumbo, dando
-¿la meta es este errático destino?-
tumbos a un lado y otro de la vía,
cediendo a cada paso al desaliento

(mis dientes dejan contra la calzada
-piedra de toque- muescas que, al borrarlas
la sangre -haciendo de ácido nitrítico-,
revelan un valor irrelevante)

y a espera del momento subsecuente
en el que como siempre (redentora
de todos mis tropiezos y caídas:

rayo de luz después de la tormenta
-llegados a este punto tu asistencia
soporta las metáforas trilladas-)

restaures con la tuya mi sonrisa.

Las cuentas del espejo

Las cuentas del espejo

Me invade un desconcierto abrumador
enfrente de los números en rojo
-la imagen con el saldo en las ojeras-
al consultar la cuenta del espejo.

Ninguna explicación satisfactoria
tras leer entre líneas cada página
del libro en blanco intonso de mi vida,
sólo esta interminable y sinuosa

ristra que van formando mis errores
por ver si se convierten en rosario
con el que estrangularme mientras rezo:

las migas que he dejado en el camino
y se ha comido el pájaro del tiempo
buscando un ponedero en el futuro

donde descascarar su propio huevo.

Tanka

Tanka

Un paquidermo
jugando al escondite
detrás de un poste

en medio de un solar:
y no supe encontrate.

Three little birds

 

Three little birds

En el portal, las patas hacia arriba
-salí corriendo, a oscuras y en pijama-,
aquellos pajarillos de Bob Marley
que cantaban que no hay que preocuparse

por nada ya que todo saldrá bien:
así se pasa en un irreversible
traspié que no se pudo ver venir
de la felicidad al infortunio.

Las noches tras tu marcha se repiten:
los libros en tu lado de la cama
y el gato de brasero entre los pies.

Los legítimos dueños de la casa
me ofrecen a su abrigo, de consuelo,
un hueco atemperado en su colchón

y un triste verso en que caer rendido.

Popular


 Popular

¿De qué sirve engañarse?
No hay más consuelo
que el del calvo que sueña
que tiene pelo.

Qué difícil se ha hecho ir al trabajo


Qué difícil se ha hecho ir al trabajo

Estábamos contigo en la salita:
nosotros complacidos más que incrédulos
y tú como si ya hubiera pasado
más que como si no hubiera pasado.

Me has dicho que pusiera una película
-nos hemos visto juntos varios miles:
de la última hace al menos cinco años,
después todo se puso cuesta abajo-. 

No he llegado a elegirla ni siquiera:
consciente como nunca de lo efímeros
que son estos momentos te he abrazado.

Ojalá este precioso encuentro en sueños
-a escasas tres semanas de tu muerte-
sea sólo el primero de otros muchos:

la enfermedad nos debe cinco años.